La leyenda del jardín de la mente

Hace mucho tiempo, en una aldea de Japón, vivía un joven comerciante llamado Kenji. Kenji había heredado el negocio de telas de su padre, pero desde hacía meses, todo iba de mal en peor. Los clientes no llegaban, las telas se deterioraban en el almacén húmedo, y cada mañana despertaba con el mismo pensamiento oscuro: «Hoy será otro día de fracaso».

Un día, después de perder a un cliente importante, Kenji, desesperado, se detuvo frente a un árbol antiguo. Se dejó caer y comenzó a llorar: «¡Soy un fracaso! Todo está perdido.»

En ese momento, apareció un anciano maestro Zen con una sonrisa serena. El maestro se sentó a su lado y, en lugar de consolarlo, le preguntó:

«Joven, ¿por qué riegas ese jardín de espinas en tu mente?«

Kenji lo miró confundido. El maestro continuó: «Tu mente es como un jardín. Cada pensamiento es una semilla. Las semillas de la duda y el miedo son espinas y malas hierbas. Las semillas de la gratitud y la posibilidad son flores. Observo que has estado regando diligentemente las espinas.»

El maestro le propuso un desafío: «Durante los próximos 30 días, antes de dormir, escribirás tres cosas positivas que sucedieron en el día. No tienen que ser grandes; solo positivas.»

Kenji aceptó el reto, aunque al principio le costó mucho encontrar esas tres cosas. «El sol salió, no llovió, mi tazón de arroz estaba caliente», escribía con esfuerzo. Pero con el tiempo, su lista comenzó a crecer. Empezó a notar pequeños actos de bondad, nuevas ideas para el negocio, y la belleza en el cielo.

Un mes después, el almacén de Kenji seguía húmedo, las calles seguían polvorientas, pero él había cambiado. Al enfrentar un problema, ya no pensaba: «Qué desastre», sino: «¿Qué puedo aprender de esto?».

Su negocio comenzó a mejorar, no por magia, sino porque él había cambiado su enfoque. Sus clientes notaban su nueva energía y optimismo. Un día, un joven se acercó a Kenji con una expresión sombría y le contó sobre sus propias dificultades.

Kenji sonrió. La rueda había dado un giro completo. Ahora él era el maestro que ayudaría a otro a despertar, repitiendo las palabras que una vez lo salvaron:

«No es tu circunstancia la que determina tu realidad, es tu pensamiento sobre tu circunstancia. ¿Por qué riegas ese jardín de espinas en tu mente?»


El poder no reside en lo que te pasa, sino en lo que eliges pensar sobre lo que te pasa. Tu mente es tu jardín más preciado; cultiva deliberadamente las «flores» del optimismo, el aprendizaje y la gratitud.

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